Sobre las palabras: el adjetivo «chongo»
El español es una lengua llena de palabras, la mayoría claras y precisas, pero también están esas palabras oscuras y metafóricas en su significado. La verdad es que el español está repleto de sinónimos, tenemos diez formas diferentes de decir lo mismo y cada una de esas formas es igual de maravillosa.

Muchos son los usos que tienen las palabras, pero uno solo es el campo donde crecen y se desarrollan: la sociedad. La sociedad está siempre en constante y sutil cambio, la base es siempre la misma, pero cambian los detalles. Así también cambian las palabras. El español es una lengua llena de palabras, la mayoría claras y precisas, pero también están esas palabras oscuras y metafóricas en su significado. La verdad es que el español está repleto de sinónimos, tenemos diez formas diferentes de decir lo mismo y cada una de esas formas es igual de maravillosa.
La lengua española es, para mí, dos cosas: mi profesión y mi sociedad. Hablo español y enseño español y aún así nunca me canso, el español es un objeto tan rico que me permite encontrarme todos los días con esos pequeños detalles que cambian.
Hace unos días, camino a Expanish, me encontré con mi amiga Claudia, hacía mucho tiempo que no la veía, en una rápida conversación ella me contó su vida. Me contó sobre su familia, su trabajo, su casa, sus mascotas. Cuando le pregunté por su “pareja”, por su “relación sentimental”, por su “novio”, ella me contestó: ―Estoy sola, bah… tengo un “chongo”―, agregó con picardía.
Nos reímos un rato, “chongo” es el término actual que usan en Buenos Aires las mujeres para definir una relación que sólo se sostiene en el sexo. Es un adjetivo peyorativo que suena gracioso a un hispanohablante. Cuando éramos jóvenes, hace una década (no fue hace mucho tiempo), le decíamos “filo” que literalmente significa algo muy delgado que corta. También se incluía el diminutivo “filito” que sonaba más cariñoso. Después recuerdo que el término cambió: “tengo un huesito” decían las chicas, como los huesos que tienen los caninos para morder y divertirse.
Antes de ayer le conté a mi abuela, que tiene jóvenes noventa y tres años, que la sociedad hoy es mucho más libre y que las mujeres pueden elegir relaciones sin compromisos. Le expliqué lo que significaba la palabra “chongo”. Ella reflexionó un instante y me dijo: ―Ah, en mi época a esos los llamábamos “festejantes”.
Ahí sí me reí con fuerza. La idea de “festejar” es más naif, antes las mujeres solteras sólo podían tener “festejantes” o “pretendientes” con esa idea de “pretender algo”, pero no era más que una intención de tener pareja que llegaba a poco, un escalón hasta conseguir el título de “novio” y después de “marido”. Las palabras cambian, la sociedad cambia: “chongo”, “huesito”, “filito”, “novio”, “concubino”, hoy existen muchos adjetivos porque existen muchos roles, roles que las mujeres pueden elegir con libertad, sin prejuicio. Buenos Aires tiene una sociedad más tolerante y ahora se está haciendo más evidente. Eso me llena de orgullo. Desde aquí saludo a todos los chongos del mundo, porque son el reflejo de una sociedad más igualitaria y de una lengua menos machista.
Curiosidad: El diccionario dice que en Chile el chongo es un cuchillo sin filo; en Dominicana y Puerto Rico es un caballo malo, ordinario; en Guatemala es un rizo de pelo. Ninguno de estos significados tiene relación directa con la idea de “chongo” que existe en Buenos Aires, y, sin embargo, todas esas formas pertenecen a la misma palabra.
La conclusión final, las palabras tienen sentido en sociedad, en el campo de la sociedad es donde se aprende a conocer una lengua.
Por el Prof. Pablo Grimozzi